miércoles, 26 de agosto de 2020

Curiosidades sobre Frankenstein

 30 de Agosto de 1797:  Aniversario del Nacimiento de la escritora inglesa Mary Shelley

Frankenstein es vista como una historia de horror gótica y una advertencia profética sobre 

los peligros de llevar la ciencia demasiado lejos. No es curioso que Shelley nunca hablara 

de su héroe como un "científico". Y es que el término no existió hasta casi dos 

décadas después de la publicación del libro.



La novela de Mary Shelley suele mencionarse como una crítica de la experimentación 

científica desenfrenada. Los temas que planteó, por supuesto, no han desaparecido. ¿Cuánto 

deberíamos experimentar con la modificación genética? ¿Cuáles podrían ser las 

consecuencias? Sin embargo, 200 años después de la publicación de Frankenstein, quizás 

deberíamos recordar la maravilla y la magia de la ciencia. Lo que los escritores de ciencia 

ficción imaginan a menudo sucede. Arthur C. Clarke imaginó la realidad virtual en 1958, en una 

historia llamada La ciudad y las estrellas. Edward Bellamy previó las tarjetas de crédito en 1888, y 

Julio Verne un aterrizaje lunar en 1865 (entre otras cosas). La ingeniería genética presentada en el 

Nuevo Mundo Valiente de Aldous Huxley en 1932, y el libro electrónico descrito por Stanislaw Lem 

en 1961 son otros ejemplos.

El año sin verano

El año en que Mary comenzó a escribir Frankenstein, 1816, también fue conocido como el año sin verano. Un volcán, el Monte Tambora, entró en erupción en la isla indonesia de Sumbawa. Fue la erupción volcánica más grande en la historia jamás registrada. Casi 100.000 personas murieron, y una gran cantidad de ceniza volcánica fue enviada a la atmósfera, afectando los patrones climáticos de todo el mundo. Los cielos de Europa se tornaron oscuros, y algunos anunciaron el fin del mundo: un ambiente perfecto para inspirar un relato gótico, y otro ejemplo de la magia de la realidad científica.

Los orígenes de la novela

Mary Shelley escribió 'Frankenstein' cuando solo tenía 18 años. Los años de la adolescencia de Mary Shelley fueron agitados, por decirlo suavemente. A los 16 años, se escapó con el poeta Percy Bysshe Shelley. En los siguientes dos años, dio a luz a dos hijos. En 1816, la pareja viajó a Suiza y visitó a Lord Byron en Villa Diodati.

Mientras se encontraban allí, Mary, con sus 18 años, comenzó a escribir Frankenstein. Fue publicado en 1818, cuando tenía 20.

Competición literaria

Es quizá uno de los detalles más conocidos. Los Shelleys visitaron Suiza durante el "año 

sin 

verano". Atrapados en el interior de una casa junto a Lord Byron, el grupo leyó historias de 

fantasmas del libro Fantasmagoriana mientras la noche se cernía oscura y lluviosa. Fue 

entonces cuando Lord Byron propuso hacer un concurso para ver quién podría crear la 

mejor historia de fantasmas en una noche tan propicia: Byron, Mary, Percy o el médico 

John Polidori. Al final, por supuesto, Mary ganó el concurso. Ni Byron ni Percy terminaron 

la historia, aunque Polidori escribió The Vampyre, que posteriormente influyó en Bram 

Stoker mientras escribía la histórica “ Drácula”.

¿De dónde surgió la idea de Frankenstein?

Mary afirmó que obtuvo la idea de un sueño. Como suele pasarle a los escritores, se encontraba en un momento de bloqueo. Era incapaz de tener una buena idea para una historia de fantasmas. Y tuvo un sueño. 

Mary abrió los ojos y se dio cuenta de que había encontrado su historia. "Lo que me aterrorizó aterrorizará a los demás", pensó. Se puso a escribir sobre ello al día siguiente.

Frankenstein es el nombre del científico, no del monstruo

En la novela, Victor Frankenstein es el científico. El monstruo permanece sin nombre y se le conoce como "monstruo", "criatura" o "demonio". Pero si eres uno de los que comete el error de llamar al monstruo Frankenstein, no estás solo. Es un error muy común

Muchos pensaban que Percy Shelley había escrito la novela

Frankenstein se publicó por primera vez de forma anónima y estaba dedicado a William Godwin, el padre de Mary, y Percy Shelley escribió el prefacio. Debido a estas conexiones, muchos asumieron que Percy Shelley era el autor original de la novela. Este mito continuó incluso después de que Frankenstein fuese reimpreso con el nombre de Mary como autora.

Azotado por las críticas

Cuando Frankenstein fue publicado en 1818, muchos críticos se cebaron con el texto. "Qué tejido absurdo horrible y repugnante presenta este trabajo", escribió John Crocker, de la Quarterly Review. Pese a las malas críticas las novelas góticas estaban de moda, y Frankenstein ganó muy pronto un gran número de lectores. En 1831, se publicó una nueva versión del libro, esta vez con el nombre de Mary Shelley en la portada.

En el cine

Frankenstein ha inspirado más de 130 películas, comenzando con el silencioso Frankenstein de 1910. La película Frankenstein de 1931 fue la primera que retrató al monstruo con tuercas, puntos de sutura y una cabeza plana. Esta es la figura con la que más personas se sienten familiarizados, pero no es como se describe en el libro. El monstruo original es descrito con "cabello suelto, piel amarilla casi translúcida, ojos brillantes y labios negros".








lunes, 24 de agosto de 2020

DÍA DEL LECTOR

 

24 de agosto 

Día del lector

Con #LectoresdeBorges pueden encontrar muchas actividades que se realizan en la Biblioteca Nacional, Centro Cultural Kirchner, Cultura en Casa, FILOCYT entre otros.

#LectoresdeBorges

#LectoresdeBorges

#LectoresdeBorges

#LectoresdeBorges

lunes, 17 de agosto de 2020

17 de Agosto: Aniversario del fallecimiento del General San Martín.

Un San Martín desconocido: pintor, bailarín y amante de la música


¿Pudo un puñado de pinceles, algunas partituras y una guitarra formar parte de las pertenencias que acompañaron al general San Martín en sus campañas y luego en su retiro de la vida pública? ¿O acaso su inclinación artística, como otros aspectos de los menos explorados de su vida, se eclipsó ante la estereotipada faceta de guerrero que casi con exclusividad tienen de su figura la inmensa mayoría de los argentinos?


En el caso de San Martín, es incuestionable que existen sobradas razones para recordarlo como uno de los mayores estrategas de la historia militar reciente, a la altura del chino Sun Tzu o del general norteamericano Robert Lee, por sus logros y proezas militares que testimonian esta afirmación. La distancia y el tiempo que le llevó unir Buenos Aires y el convento San Lorenzo, previo al enfrentamiento con los realistas, es considerada por historiadores especializados como la marcha forzada de caballería más rápida en la historia militar mundial; estratégicamente, este combate aplicado en Maipú, emulando el canae de Anibal Barca o el avance obliquo del tebano Epaminondas, son estudiados en academias militares como la de West Point, en los Estados Unidos, en la que además existe un gran retrato suyo en una de los salones principales, o la francesa de Saint-Cyr, sin olvidar, por supuesto, que su máxima obra táctica y estratégica, la Campaña de los Andes -que incluye el desembarco en las costas peruanas- no tiene comparación con ninguna otra en el globo, superando ampliamente a las campañas de Napoleón Bonaparte y Aníbal en los Alpes.

El reconocimiento de estas aptitudes en Europa fue tal, que los revolucionarios belgas le ofrecieron infructuosamente el mando para dirigir el movimiento que los escindió de los Países Bajos, y su opinión fue determinante en el parlamento francés y en el Foreign Office británico para ordenar detener y replegar las fuerzas invasoras de esas potencias en ocasión del bloqueo y violación de nuestra soberanía durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas. 

Son éstas algunas de las razones por las cuales es considerado el militar más destacado de las revoluciones hispanoamericanas, por encima de George Washington o Simón Bolívar. En definitiva no cualquiera ha lucido su busto hasta en la oficina oval de la Casa blanca.

Pero subyaciendo al guerrero encontramos  una personalidad tan interesante como en muchos aspectos inescrutable; su inclinación hacia estas "expresiones del alma" como decía Marc Chagall, quizá hasta un vehículo para la exteriorización de las emociones de una humanidad por naturaleza reservada.

¿Cómo comenzó a construirse y materializarse este lazo que unió a nuestro Libertador con la sensibilidad que encierra la tarea artística y nos descubre esta faceta desconocida de su vida? Sus primeras nociones en el dibujo y la pintura las adquirió seguramente en la península, en momentos de su educación temprana y es por esto que lo encontramos diseñando los escudos para la tropa en Arjonilla. En íntima confesión a su amigo Tomás Guido, sin complejo alguno,  le escribía que, si le faltara empleo en el Ejército, bien podía ganarse la vida pintando acuarelas y paisajes de abanico; y esto es por demás significativo ya que en la vida cotidiana de España de finales del siglo XVIII no eran bien vistas las artes manuales.

A su llegada a América en 1812, San Martín diseñó y bocetó personalmente el uniforme completo del recién creado Escuadrón de Granaderos a Caballo, y en la función pública, siendo gobernador de Cuyo, la bandera de los Andes. Más tarde, como Protector del Perú, la bandera y el escudo de la nueva Nación.

Pero esa inquietud artística no se limitaba a la pintura o el dibujo; sorprenderá seguramente imaginar a un joven San Martín punteando una guitarra siendo poco conocido que en el marco de su formación en la Península, y según el autor español Agustín de Herrán Matorras, tomó lecciones de guitarra del compositor Fernando Sors y otras de canto. Este pasatiempo fue retomado en su retiro europeo. Es indudable que le gustaba la música y esto se explica no sólo por la asiduidad con que asistía a conciertos una vez instalado en Francia, después de 1830 -así lo testimonia William Miller en sus "Memorias"- sino también por el hecho de que, de entre los libros que llevó consigo por América y posteriormente donó a la Biblioteca de Lima -que lamentablemente un incendio destruyó años después, encontramos varios volúmenes de un "Diccionario de la Música".

Como gobernador de Cuyo exigió que en escuelas y actos públicos se entonaran las estrofas del Himno Nacional Argentino y, como jefe militar, hizo lo mismo con las tropas de su mando. Mitre, avalado en el relato por un testigo, nos cuenta que en vísperas de la batalla de Chacabuco y luego de desmontar y prepararse para descansar,  encendió un cigarrillo y mandó a las charangas de los batallones que tocasen nuestra canción patria cuyos ecos habrían de resonar muy pronto en todos los ámbitos de las naciones liberadas. También nos cuenta Vicente Pérez Rosales que en todas las tertulias sociales se cantaba el himno, pero menciona en particular la que tuvo lugar en casa de la familia Solar y Rosales, que se clausuró con esas notas pero con un intérprete de lujo. Nos dice: "… todos se pusieron de pie. Hízose introducir en el comedor dos negros con sus trompas, y al son viril y majestuoso de estos instrumentos, hízose oír la voz de bajo, áspera, pero afinada y entera, del héroe…".

En lo que se refiere a la función militar, San Martín puso especial atención en la formación de bandas de música en los regimientos. En Chile, bajo su auspicio e iniciativa se fundó la Academia de Música, escuela que generaría dos bandas musicales que eran superiores a la única que tenía el ejército realista en el batallón Chiloé. El musicólogo chileno José Zapiola considera que en Chacabuco, además del campo de batalla, el triunfo patriota se extendió en el terreno musical, ya que "si bien un combate no se gana con corcheas y semifusas, sépase lo que ellas colaboran en levantar el ánimo de los que generan la victoria".

Su gusto por la música  -y el baile- trajo otras consecuencias inimaginadas y poco valoradas ya que no solamente llevó liberación en sus campañas. Al cruzar los Andes introdujo en Chile el "Cielito", el "Pericón", la "Sajuriana" y el "Cuando" (especie de minué con un "allegro" al final), de manera que además de victorias y esperanzas de libertad, nuestras tropas llevaron nuestras costumbres y cultura en su camino por la independencia. En particular el "Cielito" fue proyección musical de nuestras raíces en Chile, Perú y Bolivia donde se lo oyó y bailó, convirtiéndose en una bandera musical que animaba fogones de campaña.

También sabemos que era muy bueno en la danza de salón, donde armonizaba con elegancia su paso al ritmo de la música. Esta habilidad debió haberla adquirido en la Península ya que llegado a Buenos Aires en 1812 pronto fue motivo de comentarios en las tertulias que ofrecían las familias más importantes de la capital. Fue en una de éstas, la de los Escalada, donde conoció a Remedios. En relación a esto nos dice en sus memorias Mary Graham, amiga del almirante Thomas Cochrane, que "en un salón de baile hay pocos que lo aventajen…".

En el Perú y con el título de Protector, convocó a concurso a compositores de música para una marcha nacional peruana y ocupando el sitial de la presidencia dio orden a la orquesta de que iniciara la ejecución de las obras presentadas y cuando le tocó el turno a la del maestro José Bernardo Alcedo, el  Libertador se incorporó y, según nos cuenta el escritor peruano Ricardo Palma, exclamó: "He aquí el Himno Nacional del Perú", sosteniendo "que el entusiasmo patriótico se alimenta, entre otras cosas, con la adopción de una marcha nacional por el influjo que la música y la poesía ejercen sobre las almas sensibles".

A partir de 1830, en el exilio europeo, la música y el arte estarán continuamente presentes en su vida. Ya radicado en Francia, conoció al compositor italiano Gioacchino Rossini, que era muy cercano a Alejandro Aguado, benefactor de San Martín. Ambos fueron los primeros privilegiados en presenciar el estreno de la conocida obra "Guillermo Tell" que el músico les obsequió en agradecimiento a su amistad. Mientras su vista se lo permitió, se dedicó profusamente al dibujo y a la producción de acuarelas, preferentemente marinas, en un taller que compartía con su amigo Aguado. De ese inimaginado atelier, y para sorpresa de muchos, salieron dos obras que ilustran paisajes del Paraná y tienen el máximo prócer de la argentinidad como autor. Hoy, entre obras de Leonardo, Rembrandt o Delacroix, aunque no a la vista de las más de ocho millones de personas que lo visitan anualmente, descansan en el archivo del prestigioso Museo del Louvre.

miércoles, 12 de agosto de 2020

ESI

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